El arco embrujado: el equipo que acumula más de 400 minutos sin celebrar un gol

El arco embrujado: el equipo que acumula más de 400 minutos sin celebrar un gol

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Una sombra se ha posado sobre el área rival. Pasa el tiempo, se acumulan los partidos, pero el gol no llega. El equipo atraviesa una de sus peores rachas ofensivas de los últimos años: ya son más de 400 minutos sin gritar un tanto, y cada jornada que pasa la ansiedad se convierte en el peor enemigo.

Desde aquel último festejo —que ya parece lejano— han transcurrido cuatro partidos completos sin que el marcador sume a favor. Y lo que al inicio parecía un simple bache, hoy se ha transformado en un problema estructural que pone en jaque tanto al planteamiento táctico como al estado anímico del vestuario.

Los delanteros, otrora seguros y punzantes, lucen desconectados. Falta precisión, pero también convicción. Las jugadas se diluyen en los metros finales como si una muralla invisible protegiera la portería rival. A eso se suma la escasa generación de oportunidades claras: el equipo toca, gira, intenta… pero no hiere.

El técnico ha optado por probar diferentes fórmulas: cambios en la delantera, refuerzos desde el banquillo, incluso variaciones tácticas que no han dado los frutos esperados. En sus ruedas de prensa, intenta restar dramatismo al momento, pero la grada no es paciente, y los murmullos comienzan a subir de tono.

Para la afición, que sigue alentando con fidelidad, los goles no son solo cifras: son momentos de comunión, emoción y esperanza. Y ahora, con cada minuto sin marcar, la frustración se respira en el ambiente del estadio. Algunos ya piden una revolución; otros, al menos, una señal de que la pólvora no está del todo mojada.

En los entrenamientos, el cuerpo técnico ha intensificado las sesiones de definición. Se trabaja en la confianza, en la calma frente al arco, en recuperar la chispa que hace apenas semanas parecía intacta. Pero el fútbol, como la vida, a veces castiga sin explicación.

El siguiente duelo es clave. No solo para sumar puntos, sino para romper el embrujo, recuperar el alma competitiva y demostrar que este equipo aún tiene voz y hambre. Porque el gol no solo suma: también libera, une y reencuentra al grupo con su mejor versión.

Volver a marcar es más que una urgencia deportiva. Es una necesidad emocional. Es el punto de partida para creer nuevamente.